22 de octubre de 2012

Sangran las copas

  Nunca me dijiste que cambiara, por eso asumí que era lo que vos querías. Nunca más pude levantar el hombro desde que me olvidaste, ni volver a querer, ni siquiera emborracharme sin tartamudear tu nombre.

 Mis labios secos de amor te pronuncian en las noches lluviosas y mis uñas inmortalizan tu recuerdo. Nunca me sentí tan inestable.

 Estoy desierta sin tus palabras de sustento a mi orgullo, nunca nadie me hizo tan feliz y al mismo tiempo tan miserable.  

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