26 de agosto de 2012

El Silencio; no hables cuando escuches, el Silencio.

Amargura.


 Ella llegaba a su casa y se preparaba un té con miel. Ella tenía más sueños que criterio, jamás supo escuchar.
 Deseaba un amor de verano, siempre en busca de nuevas oportunidades, era todo lo que ambicionaba ser.  
Caminaba por la playa y abrigaba sus ideas con agua de mar,  pensaba las cosas dos veces, no conocía los errores.
 Su corazón estaba tan roto, su orgullo tan herido, su piel tan rasguñada.

Y aun así siempre siguió de pie. Siempre estuvo escondiendo su sufrimiento.  

Un momento, eternidad.

 Fueron tan largas las noches, eran perfectos los minutos junto a él, una mezcla de lagrimas y felicidad, era un honor tocarle las manos, sentir sus brazos. Escuchar lo que decía con tanta precisión.
 Dirán que fue pasajero, aunque mi corazón no pueda creerlo, verte con esa mujer, sentir el dolor profundo como una puñalada en el alma. ¿Llorar o resignarse? 
 No pude controlar mis sentimientos ni mi cuerpo. No podía mirarte a los ojos y pensar que sería duradero. No pude quererte, no llegaste a conocerme.

Parecía una persona tan confiable, era demasiado para ser real, siempre sera lo que siempre quise y nunca pude tener.